Porrusalda

Páginas arrancadas del diario de un reptil (16)

Este asunto de la latencia vital, eso de tardar demasiado en tomar consciencia de los problemas y navegar durante demasiado tiempo sin darme cuenta de qué era ese algo que jodía mis pequeñas matemáticas, es una de las muchas cosas que siempre me han preocupado y que todavía no me he conseguido explicar.
En cualquier caso no quisiera dar la impresión de que estas preocupaciones sean algo excepcional, los reptiles somos incapaces de llevar nuestros pensamientos demasiado lejos y esto afecta también a este tipo de inquietudes. Me refiero a que nuestras preocupaciones siempre serán menores si las comparamos con las de los mamíferos en general y las de los humanos en particular, para bien o para mal. Digamos que los reptiles nos preocupamos el mínimo necesario para poder cambiar algo en algún momento, aunque sea tarde.

Valga un ejemplo: cuando tomaba el metro para ir a mi último trabajo siempre me montaba en el vagón de cabeza, y para estar lo más cerca posible de la salida al bajarme y ser el primero en llegar a las escaleras elegía la primera puerta. Los vagones de cola y cabeza son casi siempre los que más llenos van y cada día sentía una sincera tristeza a causa de la aglomeración, que habitualmente reciclaba en forma de juramentos. Pues bien, necesité casi cuatro meses en darme cuenta de que no merece la pena sentir ganas de machacar un vagón entero por llegar dos minutos antes a ningún sitio y que la solución era tan fácil como montarse media docena de puertas más allá. Tan fácil como eso. Pues nada, cinco días a la semana durante cuatro meses necesité para caer en la cuenta de que el tumulto era evitable.
A partir de entonces pasé a ocupar la séptima puerta desde la cabeza del tren, siempre la misma, por eso de economizar decisiones. Además el siete es un número con mucho trasfondo y sinónimo de perfección en algunas culturas, y me dije: “Que ostias, no te cuesta nada hacer las cosas bien”; pensé que me ayudaría a integrarme en las culturas mamíferas.
Entre otras cosas son siete las notas entre Si y Do igual que son siete son los días de la semana y siete los colores del arcoiris. A saber: rojo, naranja, amarillo, verde, azul, índigo y violeta, en este orden de fuera hacia adentro. También hay siete pecados capitales y dicen que el mundo se creó en siete días, aunque este punto es más difícil de comprobar, no es como el arcoiris, que basta con mirarlo durante un rato y saber un poco sobre colores. Rusconi tenía siete vidas, porque era un gato, pero aún así ya no está conmigo porque cuando los gatos mueren por séptima vez palman como todo el mundo.
A los dos días me encontré con que era incapaz de captar diferencia alguna entre los humanos que había cerca de la séptima puerta y los de las demás, a pesar de lo expuesto anteriormente. De vez en cuando subía alguien con un contrabajo que ocupaba lo que dos personas, tres contándolo a él, o señores con traje y una tarjeta en el ojal en la que se leía “Hermanos de Cristo” o chicas vestidas con muchos colores, pero eso pasaba igual en otras puertas. En definitiva, no intuía en ellos pensamientos en torno a ese número – los reptiles podemos hacer este tipo de cosas, siempre que el pensamiento a intuir no sea definitivo en lo que a nuestro devenir se refiere – ni ningún tipo de parentesco mágico, así que después de mascar el asunto durante un rato imaginé que estaba contando puertas en el lugar equivocado.


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Comentarios

3 respuestas a «Páginas arrancadas del diario de un reptil (16)»

  1. Avatar de gato&
    gato&

    Bravo, reptil, bravo! Interesantes reflexiones las que nos plantea nuestro amigo.

  2. Avatar de jokinki

    hola hambru, ya sé quien eres definitivamente, el viernes a la noche por la zapa cuando estaba medio mareau me di cuenta, bueno la verdad es que fue gracias a la ayuda del blaze, jejeje!!!
    Pero bueno ahora ya todo será diferente, pero no tiene que ser peor, ni mejor… la verdad es que no se que ostias estoy poniendo.. puto lunes!

  3. Avatar de maleni
    maleni

    Muy bueno esto de economizar en decisiones, yo la voto como futura máxima de alguna futura religion visionaria.

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